por Ricardo Baccarin
La situación del sector agrícola plantea dos frentes conflictivos: uno interno y otro externo, ambos impredecibles.
El interno, que en gran medida es una consecuencia de los efectos del Covid-19, genera una turbulencia económica sin precedentes que paraliza las decisiones comerciales por parte de los productores que, ante un escenario confuso y una brecha cambiaria muy elevada toman la decisión de almacenar los granos a la espera de un horizonte más claro.
Mientras que el frente externo, tan complicado como el doméstico, anticipa caídas muy marcadas en los crecimientos de las economías más desarrolladas del mundo y una tendencia a proteger su mercado interno, con el objetivo de asegurar sus propios requerimientos alimenticios.
Este fenómeno proteccionista mundial genera oportunidades post pandemia para países como el nuestro, capaz de producir importantes excedentes de granos que seguramente serán absorbidos por una demanda mundial creciente.
El virus ha impactado muy fuerte en las principales plazas de materias primas internacionales. El petróleo, que lidera la tendencia del resto de los commodities sufrió un fuerte quebranto en sus cotizaciones, circunstancia que arrastró también a los granos con participación en el mercado energético, soja para la elaboración de biodiésel y maíz para el etanol.
Las caídas se profundizaron en la segunda parte del mes de abril, logrando alguna recuperación parcial desde aquel entonces, aunque distantes de las que se observaban con anterioridad a la pandemia.
Se espera que la demanda de soja en China rebote este año, aunque la duda que el mercado se formula es de dónde provendrán esas disponibilidades, ya que este país no atraviesa las mejores relaciones con los Estados Unidos.
Desde el comienzo de la guerra comercial entre China y los EE.UU: los orientales se fueron orientando hacia el autoabastecimiento alimentario, aunque en la práctica resulta irrealizable.
De acuerdo al Ministerio de Agricultura de esa nación, el año pasado importaron alrededor del 86% de la soja que consumieron, lo que confirma que el camino a recorrer en el futuro es el de un mayor caudal de importaciones.
Los Estados Unidos y Brasil siguen siendo los mejores clientes de China, aunque las continuas fricciones con la administración de Trump comprometen en gran medida el flujo de mercadería norteamericana.
A pesar que el ritmo de compras de China disminuyó en los últimos dos años, como consecuencia de la fiebre porcina africana que diezmó buena parte de su plantel de cerdos, se aguarda que la actividad importadora crecerá más a partir de septiembre, cuando comiencen a aparecer las disponibilidades de la nueva campaña agrícola estadounidense y languidezcan las disponibilidades brasileñas.
La actual retención de mercadería que se registra en nuestro país, como resultado de los bajos precios internacionales y un tipo de cambio poco conveniente, podría eventualmente revertirse más adelante y permitir el ingreso de un aceptable flujo de divisas.
Resulta extremadamente difícil visualizar en qué mundo viviremos una vez que la pandemia decante, nadie puede hoy describir de qué manera todos los hábitos adquiridos en este involuntario confinamiento seguirán influyendo en nuestra vida cotidiana.
Puede asegurarse, con algún grado de certeza, que algunas actividades que impliquen aglomeración de personas permanecerán con escasa o nula actividad en relación a las condiciones que se encontraban con anterioridad al coronavirus, otras se irán flexibilizando y algunas otras volverán a la normalidad por completo.
Nos enfrentaremos a un mundo económico distinto y esto determinará cambios dramáticos en los hábitos de consumo globales.
Sin embargo, y no obstante estas observaciones, los países exportadores de alimentos y con baja carga demográfica como el nuestro cuentan con una posibilidad histórica única, pues exportamos y seguiremos exportando un producto inelástico, cuya demanda no se verá afectada ni siquiera a pesar de un reacomodamiento de los precios actuales.
Argentina no sólo se autoabastece de alimentos, sino que además cuenta anualmente con un cómodo saldo exportable de granos, que pueden potenciarse en la medida que el mercado internacional lo permita -algo probable, luego de varios años de declinaciones persistentes- y que las políticas económicas locales resulten permeables a la producción.
(*): Analista del mercado de granos.